Thursday, August 03, 2006

15. Un Perro Llamado Batalla.

A la tierna edad de cuatro años el pequeño Juan entró en depresión. Incomprendido en la guardería, vapuleado por Pepito, ninguneado por su madre....era demasiado para un niño pequeño con escasa fuerza moral. La Guerra del Mojón en el Baño estaba recién iniciada, pero sus posiciones no se encontraban en buen momento. La estrategia ideada por Pepito conseguía un éxito que presagiaba el fin de Juan en esta dura confrontación. Pepito consiguió involucrar a su enemigo en una batalla de tizas de cuyo inicio fue acusado Juan, siendo castigado por las monjas a permanecer durante media hora con los brazos en cruz en una esquina de la clase.

Pero para Juan eso no era más que el comienzo, tan solo una batalla perdida. A sabiendas de que no se encontraba en su mejor momento, el pequeño decidió aguantar las embestidas del enemigo esperando un cambio sustancial que le ayudase a recuperar terreno, a finiquitar su flaqueza de fuerzas. Juan necesitaba un compañero, un fiel amigo que le diese moral y ganas de seguir adelante, y así fue como llegó a su vida y a su hogar un cachorro de perro de raza schnauzer, tamaño miniatura, color sal y pimienta. A la madre le costó lo suyo, tuvo que insistir a una señora de Donoso Cortés para que comprase 8 Tuperwares en vez de los dos que quería para poder comprar el cachorrito a una presentadora de televisión que los criaba, pero bueno, todo fuese por su hijo depresivo huérfano de padre. Quizás el perro, así bigotudo como era, ocupase un poco el hueco que dejó su padre, el pobre Antonio.

Juan acogió con alegría a su nuevo compañero, a ese cómplice que necesitaba. Le miró a los ojos, y con voz grave y contundente le dijo: "Eres pequeño y peludo, pero quiero que sepas que a partir de ahora me ocuparé de ti y saciaré todas tus necesitades. Mearás en la calle y también cagarás. Te dejaré oler a las chuchas y te daré de comer salchichas y arroz. Pronto te convertirás en un pequeño gran perro, y tu labor será sólo una: amargar la existencia a Pepito. A partir de ahora tú y yo seremos un verdadero equipo, y a partir de ahora te llamarás Batalla, en honor a la última batalla que libraremos para conseguir ganar esta Guerra de los Cien Mojones.....digoooooo, del Mojón en el Baño".

La estampa de Juan y Batalla caminando por las calles de Chamberí es todo un clásico. Aún hoy ambos salen a pasear, y aún hoy Pepito teme los gruñidos del pequeño perro. Pero el can tardó lo suyo en desarrollarse y entender su objetivo en la vida, y mientras el enemigo se aprovechó de la situación. Un día Pepito fue al parque y se encontró un grupo de babosas asquerosas. Las babosas son esos bichejos parecidos a los caracoles, pero sin caparazón. Se restriegan por la tierra dejando tras de sí un rastro de repugnantes babas, y de ahí viene su nombre, por si alguien lo desconocía.

Pepito los cogió una a una y los metió en una bolsa. Se fue corriendo a casa de Juan y llamó al timbre. Su enemigo no estaba, así que inventó una excusa para entrar en el cuarto de Juan. Concha no sospechó nada, ajena a la cruel guerra que ambos críos libraban entre sí, de forma que Pepito tenía campo libre. Abrió la colcha de la cama, y bajo las sábanas dejó libres a las siete babosas que había hecho presas. Luego volvió a tapar la cama cual camarera de piso y salió corriendo de la habitación.

Aún hoy en día los vecinos recuerdan el gran chillido de Juan cuando se metió en la cama y mientras entraba en sueño las babosas asquerosas se adueñaron de su cuerpo como si de un campo de lechugas se tratase. Pepito fue demasiado lejos, y como pasó con los otros grandes enemigos de la humanidad, no frenó su ansia de poder y dicho acto fue el inicio de su fin, aunque éste tardó lo suyo en llegar.