Monday, September 04, 2006

16. La Delgada Línea Roja de Juan.

Juan, con sus cuatro años y pico, era un niño básicamente escueto en cuanto al físico. Era muy delgado, huesudo, con una piel blanca que casi le transparentaba los órganos vitales. Las madres del parque le tiraban trozos de pan como a las palomas de la penita que les daba un niño tan enjuto. Sin embargo, su delgadez no se debía a la ineficacia de la madre. Era simplemente su metabolismo. Era fino, sin más, como el tronco de un girasol.

Pero Juan no sentía ningún pudor por su físico. Es de suponer que con cuatro años no se pretende ser modelo de la pasarela de Milán, pero se quiera o no, los comentarios de las vecinas podrían haberle causado algún trauma. Concha, sin embargo, no soportaba que le acusaran de mala madre alimentadora, de forma que un día decidió llevar al niño a un médico nutricionista con la intención de hacer engordar al chaval.

"Señora, que el niño se tome esta pastilla antes de cada comida". Esta fue la solución del doctor para la finura del pequeño Juan. Era tan delgado, que cuando se ponía el cinturón rojo los vecinos adultos decían "Mira, ahí va la delgada línea roja". Concha compró las pastillas y el niño empezó a tomarlas como si su vida dependiera de ello. Pasaba el tiempo y las pastillas empezaron a dar resultados visibles. Juan aumentó la talla de sus pantalones considerablemente. La madre tuvo que comprarle un juego nuevo de ropa debido al engrandecimiento del pandero de Juan. Semana a semana, mes a mes, Juan fue atrapando kilos y no dejaba escapar ninguno, hasta que un buen día el pequeño bajaba por las escaleras de su edificio y las vecinas empezaron a cuchichear. "Ay, qué niño más gordo"; "Qué mal alimenta al crío la Tupperwoman"; "Qué pena de niño, y con lo mono que era estando flaquito".

Juan, aunque no era muy despierto, no era sordo, y esos comentarios le llegaban a los oídos con suma facilidad. Luego subía a su casa, se miraba al espejo y empezó a darse cuenta de que médicamente hablando era un "niño obeso", o sea, un gordinflón. Así, sin más, pasó de ser "la delgada línea roja" a ser conocido como "el círculo rojo". Fue entonces cuando el chaval decidió dejar de tomar las pastillas del doctor. Su madre seguía dándoselas a pesar de que ya no le hacía falta engordar más, así que cada pastilla que le daba, pastilla que acababa tragándose el perro Batalla. El can de los Fernández jamás pudo imaginarse que su perfil iba a ser más parecido al de un pez globo que al de un schnauzer, y pronto entró en depresión. Se pasaba las horas viendo la carta de ajuste, y cada vez que sonaba el himno nacional al acabar la emisión en televisión, se echaba a llorar.

El chico no dudó en culpabilizar a su madre de su nuevo físico. Así que en la siguiente reunión de tuppers decidió hacer que ella sintiera el mayor de los ridículos posibles. Mientras Concha enseñaba a las señoras la fiabrera naranja, que lo mismo servía para guardar una sopa que unos calamares en su tinta, Juan apareció totalmente desnudo y se plantó en mitad de la salita diciendo con voz extraña: "¡Mira lo que hace.....el puerco de tu hijo!" Y sin más, empezó a mear delante de todas las señoras, que como liebres, empezaron a huir de la casa entre gritos y aullidos. Eso sí, sin dejar pasar la oportunidad de pillar alguna fiambrera aprovechando el descontrol del momento.