Entristecido por su nuevo varapalo, Juan decidió ir al bar de debajo de su casa y pedir con toda la amargura que pudiese un buen vaso de leche. Como pudo se sentó en el asiento de la barra, puso mueca de fracasado, de indiferencia hacia la vida, y blanqueó su mente como hacen los borrachos. En ese momento, un hombre de unos cuarenta años entró en el bar y se sentó junto al pequeño. Su imagen no era muy diferente al de Juanito: su boca contagiaba su tristeza a los presentes, y sus labios secos y arrugados aclamaban su dependencia al tabaco. Ojeó un diario deportivo, pero rápidamente lo apartó con desmesura, como si hubiese comprobado que su equipo de siempre volvió a perder. Entonces, se fijó en Juan y en su vaso de leche, y comenzó a hablar.
CUARENTÓN
Eh, tú, chaval, ¿Qué haces aquí solo? Y bebiendo leche... haces bien. Si me hubiese dado por la leche la vida me habría ido mejor. ¿Estás casado? ¿No? Te diré una cosa, sigue así. Mantente independiente. No tienes que hacer algo sólo porque la humanidad lleve siglos haciéndolo. Es como si nos obligasen a emparejarnos de por vida, a ser esclavos de un trabajo y llegar a casa por las noches... a morir cada día. Nooo, no te cases chico, no a no ser que realmente estés enamorado, a no ser que sepas con toda seguridad que quieres compartir tu vida con la persona que duerme a tu lado...
Mírame. ¿Qué ves? Un hombre acabado, ¿verdad? Un hombre que no tiene más que hacer que compartir sus penas con el primero que se deje en el bar de turno. Todas las tardes, antes de anochecer, me acerco a un bar, entro con toda mi tristeza y dejo que mis penas establezcan su propia jerarquía de prioridades. Un suspiro, un lamento, un trago más... cualquier cosa que me devuelva un poco de vida, algo que me ayude a llegar a casa con dignidad. Pero luego abro la puerta... y mi dignidad se hace añicos.
Cuando muera, el único que me echará de menos será la botella de whisky. Ni siquiera el camarero de turno. Para ellos, yo sólo soy un borracho más, y si dejo de venir, mi hueco lo ocupará otro desgraciado como yo, otro hombre sin rostro ni futuro... Tan solo somos un aliento con mal olor, una mirada perdida y una mano temblorosa que abraza el vaso como el moribundo a su último suspiro.
¡Ja,ja,ja! "Su propia jerarquía de prioridades", a veces me sorprendo a mí mismo. Bueno muchacho. Sigue con tu leche, y siempre que te encuentres en una situación penosa, acuérdate de mí. Quizás eso te sirva a enderezar tu vida...