Friday, March 23, 2007

19. Bellota Gorda.

El paso de la guardería al colegio es para todo niño un salto generacional con grandes consecuencias. En el momento en el que pisan por primera vez el colegio dejan de ser los enanos del barrio, para convertirse en los "menos enanos del barrio". Juan entró, a pesar de todo, llorando a su nuevo hogar estudiantil, como hacen la mayoría de los peques. Pero nadie le consoló en su trayecto por aquella jauría humana donde los niños mayores, los de seis años, se ensañaban con un pobre niño gordito. Bueno, gordo gordo no estaba realmente, pero... digamos que alrededor de su cintura había una gran circunferencia. Y fruto de esa sensación de niño gordo, Juan pasó algún que otro apuro....


JUAN
Tenía yo cinco años, recién ascendido a la E.G.B. Era un niño gordito más bien solitario entre tanto extraño. En la guardería debí de perderme las clases de empatía y relaciones sociales, y quizás por eso me costaba hacer amigos. Para mí los demás niños no eran niños, sino seres extraños de compleja personalidad. Animales asilvestrados que gozaban con la humillación ajena, gente competitiva que se sentían héroes por ser el que más corría, el que más chillaba, el que más pegaba. A los pocos días dejaron de llamarme Juan y me bautizaron como "Bellota Gorda". Era perseguido por el patio al ritmo de un cántico compuesto por uno de los mafiosos de la clase: Alfonsito. No es que fuera una gran pieza musical, pero destacaba por su capacidad de síntesis, unido a una melodía pegadiza:
Bellota Gorda,
Cómete la torta.
Bellota Gorda,
Eres una gorda.
ALFONSO GONZÁLEZ ORTIZ (ALFONSITO)
Recuerdo esa melodía. Surgió en mi cabeza como de la nada. La tarde anterior estaba viendo unos dibujos animados en la tele y una ardilla le decía a otra: "Mira qué bellota gorda". Y por alguna razón, en ese momento se me vino a la mente Bellota Gorda....quiero decir.... Juan. Cogí el piano de mi padre y en seguida compuse la melodía. Fue un éxito en el colegio. Gracias a esa popularidad di mi primer beso en la mejilla a una niña.
JUAN
Pero ese mote no llegó a hundirme. Lo acepté como algo natural. Si el recreo duraba media hora, sabía que cinco minutos iban destinados a los insultos. Luego se aburrían y se iban a jugar. Entonces yo aprovechaba y me acercaba a la cantina a comprar regaliz y gusanitos. Mi madre me daba todos los días tres pesetas, y si algún día se le olvidaba, se lo pedía a Sebastián Contreras, el más rico del colegio. Era tan rico como usurero. Recuerdo que el último día de clase en COU, con 17 años, se me acercó y me dijo: "Juan, toma, la factura. Son 960 pesetas, intereses incluidos". ¡Había ido apuntando todo lo que me prestaba desde 1º de E.G.B.! Hoy en día es consejero delegado de un banco muy importante, el más joven consejero delegado de un banco muy importante.