Saturday, June 03, 2006

8. El Placer del Gateo.

Aunque parecía no escuchar, el pequeño Juan prestó toda su atención a las palabras del vejete, e intentó tenerlas en cuenta durante su vida. Otra cosa, eso sí, es que lo llevara a la práctica. Pero de momento Juan Fernández sigue siendo un bebé que pasado un tiempo ya empezaba a gatear. El gateo para un bebé debe producir algo parecido a lo que sintió Colón al descubrir América: todo un territorio virgen por explorar.

Juan aprovechaba las siestas de sus padres para escaparse de su jaula e investigar su entorno, el cual no era precisamente muy grande. Los Fernández residían en un piso discreto de Chamberí, con dos habitaciones, salita, un baño y cocina, y era un piso interior, claro. Juan insiste en relatarnos una anécdota que recuerda.

JUAN
No sé realmente a qué edad empiezan los niños a gatear, pero un buen día me vi a mí mismo desplazándome por mis propios medios. Pronto entendí que la hora de la siesta era la mejor para iniciar una de mis aventuras a ras del suelo, especialmente el día que se comía cocido, y no sólo por escapar de las flatulencias varias de mi padre. Recuerdo un día en el que me fui desplazando hasta llegar al cuarto de baño. Abrí la puerta y mis ojos no podían creer lo que vi. ¡Descubrí a dos cucarachas fornicando en mi baño.....y me miraron mal! Rápidamente se subieron los pantalones y salieron huyendo entre insultos, o al menos es lo que recuerdo.
El caso es que aquella imagen perniciosa me conmocionó: acababa de descubrir el sexo, y lo que había visto no tenía nada que ver precisamente con lo que me contó mi padre días antes de lo de las florecitas y las semillitas. Aquellas cucarachas parecían pasárselo demasiado bien como para estar intercambiando semillas de flores, y no lo hacían precisamente con la postura del misionero.... La verdad es que sexualmente fui un niño precoz, pero no en obra, sino en pensamiento, palabra u omisión. A partir de entonces, dejé de creer en todo lo que me contaba mi padre. Claramente me mentía y me negaba las grandes satisfacciones de la vida: el chocolate, los bocadillos de chorizo...y ahora el sexo. Claro, que igual lo hacía por mi bien, para no traumatizarme en exceso teniendo en cuenta que sólo era capaz de hacer 5 cosas por mí mismo: mear, cagar, chillar, llorar y ahora gatear.

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