Sunday, June 04, 2006

9. La Venganza del Bebé.

Ya hemos narrado que la relación Antonio - Juan no era precisamente la de un padre modelo cariñoso con su hijo. Las obligaciones primordiales le correspondían a Concha, "que para algo le has parido tú", solía decir Antonio. Pero el problema era que las demás obligaciones propias de un padre tampoco eran atendidas por él, y esto no ayudaba nada a fortalecer la relación paterno filial. Parecía más bien una especie de Guerra Fría, pero cambiando los misiles por biberones. Era como un "sé que estás ahí, pero procura no mirarme", pero esta situación no iba a durar siempre, por desgracia para Antonio. Un buen día tuvo que enfrentarse con la situación sin miramientos, mirar a los ojos a su hijo y compartir juntos un día entero sin la presencia de la madre.

Un domingo, Concha tuvo que ausentarse todo el día de la casa. Tenía que adoctrinar a una Tuperwoman novata, así que dejó al pequeño Juan en manos de Antonio, el padre de la criatura. Todo un día con el bebé, y con la única ayuda de un manual de instrucciones y una pequeña guía en caso de emergencia, el cual te explicaba qué tenías que hacer si el bebé caía de un sexto piso o si se tragaba las piezas del parchís, con dados y todo.

El plan del día era sencillo: 1- Lavado de bebé, 2- Biberón de bebé, 3- Cagada de bebé, 4- Misa con el bebé, 5- Almuerzo de bebé y 6- Siesta de bebé con peli de vaqueros en la tele. Eran seis pruebas las que tenía que pasar Antonio, capaz de repartir 1000 cartas en una mañana, pero incapaz de controlar a un humano de 50 centímetros. Pero lo que no sabía Antonio, lo que no se podía esperar, era que su hijo escondía dentro una fuerza sobrenatural capaz de acabar con civilizaciones y líderes históricos: LA VENGANZA.

No se entiende que una cosa tan pequeña y suave pudiese albergar una sed de venganza tan inmensa, y todo porque el bebé se sentía engañado por la educación sexual ofrecida por su padre. Todo ello originó un reconcome en su interior que estuvo alimentando hasta esperar el momento más oportuno, porque ya se sabe que la venganza es un plato que se sirve frío, como la ensalada de arenques.

El pequeño Juan empezó la mañana muy bien. Se dejó llevar por las inútiles manos de su padre sin mostrar la más mínima queja, y eso que el padre lo hacía tan mal que cualquier otro bebé ya hubiese pedido la hoja de reclamaciones. A Juan le daba igual que la leche estuviese ardiendo, que le bañase con agua congelada o que le pusiese los dodotis del revés, que él no rechistaba lo más mínimo ante la incredulidad del padre, el cual llegó a pensar que a lo mejor eso de ejercer de padre no se le daba nada mal. Pobre iluso. A eso de las 12:15, pater et fili salieron de la casa rumbo a la iglesia más cercana. Todo orgulloso Antonio iba llevando el carrito con la tranquilidad de la tarea bien hecha, y con la seguridad de que su niño iba a tener un comportamiento ejemplar en la misa, que iba a ser la envidia de todas las mamás.

Era tal su confianza en el bebé, que Antonio decidió atreverse a plantarse en primera fila, a medio metro del altar, ante la incredulidad de todos los presentes. Juan lucía una angelical sonrisa, aunque por dentro retenía todos los pecados capitales juntos, meciéndolos en una coctelera explosiva que en cualquier momento estallaría. Empezó la misa, todos en pie. Una oración, otra, las lecturas, ahora sentados, ahora de pie, el cura hablando.....y Juan manteniendo un comportamiento magnífico, en silencio y sonriendo. Llega el Padrenuestro, la paz, ¡la comunión! Y cuando estaban todos rezando en silencio, cuando apenas se oía el sonido de las llamas de las velas, el infante tomó aire, se le hinchó la cara y empezó a gritar y llorar como si mil demonios le hubiesen poseído al mismo tiempo.

En ese momento todas las miradas se dirigieron hacia Antonio con expresiones de odio y regocijo. Es como si hoy en día hubiese sonado la Macarena en pleno momento de oración interior en la iglesia. La sonrisa angelical pasó en unos segundos a llanto demoníaco, y el padre intentó escapar de aquella situación tan vergonzante lo más rápido posible, pero el bebé había trucado las ruedas del carrito, y tuvo más dificultades de las que podía imaginar. Pero pudo lograr salir del templo, y juró no volver más a ese, aunque tuviese que andar media hora más para llegar a otro. Y una vez en la calle el pequeño Juan dejó de chillar, bebió agua y miró a su padre como diciendo "Ahí queda eso, pringado".

2 comments:

haujavi said...

Nunca hay que subestimar el poder de un bebé. Bueno Civairot, ya me he acabado de leer todos los capitulos. Está entretenida la cosa. Tengo la misma curiosidad que con cuentame o la serie esa que hubo en telecinco sobre los ochenta, ¿llegarán las memorias hasta 1981? Espero que sí y que lleguen a más.

Anonymous said...

penoso.blogspot.com is very informative. The article is very professionally written. I enjoy reading penoso.blogspot.com every day.
payday loans
cash advance