Friday, July 27, 2007

23. El Cumpleaños De Pepito.

A la tierna edad de ocho años, Pepito cumplió ocho años. El enemigo eterno de Juanito daba un paso más hacia la madurez y su madre quería celebrarlo con una gran fiesta en su casa. A tal evento irían niños de todos los rincones de Chamberí, incluso niños de Cuatro Caminos y del Colegio de Nuestra Señora del Buen Consejo, en cuya fachada faltaba siempre misteriosamente la "s" de la última palabra. Irían unos 20 ó 30 niños incluido Juanito, mal que le pesara al del cumpleaños.

Susana, la madre de Pepito, lo tenía todo previsto: habría refrescos, galletas, globos de colores, Sugus de Suchard y una gran piñata. Mientras tanto, en su casa, Juanito rebuznaba con impotencia ante la obligación de acudir a la fiesta de su feo vecino. Concha, como buena diplomática, sabía de la importancia de dicho evento. Mientras los niños disfrutaban de la celebración en casa del homenajeado, las madres se reunirían en su casa para celebrar una reunión de Tupperwares; de forma que nada podía enturbiar el pepitil acontecimiento.

Horas antes, madre e hijo se acercaron al Corte Inglés para buscar un regalo. Juanito sugería todo tipo de objetos ridículos e inservibles, como un cepillo para la espalda o unas muñecas rusas, pero Concha se decantó por un juego de dardos. Por unos segundos, el niño se imaginó a sí mismo atado frente a la diana y al vil Pepito ajustando su puntería para clavarle el dardo en la punta de su nariz.... Acto seguido, Juan vomitó encima de una dependienta, y en quince años no volvió a pisar la sección de juguetería del Corte Inglés de Chamberí.

A las seis en punto, una fila de niños repeinados esperaban tras la puerta de entrada a la casa. Al abrir el niño, todos gritaron al unísono: "¡¡Felicidades, Pepito!!" Y entraron todos corriendo como vándalos en busca de las medias noches, caramelos y coca-colas que les esperaban en lo alto de la mesa de la cocina. Para estas cosas, Susana era muy imaginativa. Inventaba juegos para los críos para que en ningún momento se aburriesen. En una de éstas, ella se colocó junto a la puerta de la cocina con una cesta llena de sugus, y los niños debían correr alrededor de la casa siguiendo un circuito hecho con globos, y cada vez que pasaban por la puerta, Susana les daba un sugus y una palmadita en el culo, y a seguir corriendo. Luego, cuando ya estaban cansados, les hizo sentar en el suelo y se puso a imitar animales que los niños debían adivinar.

Mientras tanto, las madres estaban en casa de Concha en plena reunión tupper. Y mientras.... ¿Qué hacía Batalla? El perro de los Fernández no dudó en aprovechar la confusión del momento para hacer realidad sus sueños más húmedos.... ¡beneficiarse a Lilí, la perra San Bernardo del Primero B! Y en ese piso se encontraban los canes, mirándose melosos después de beberse un par de tequilas con limón y sal y decirse tres cosas bonitas al oído, así, susurradas.... Pero poco les duró el romanticismo, porque la pasión les desbordó como a lobeznos, y pronto adoptaron la postura del misionero.... hasta que observaron que era una postura inservible siendo perros, con lo cual adoptaron la posición "a lo perro", más propio de ellos. Y cómo se les cambió la cara cuando obervaron que un schnautzer miniatura era incapaz de alcanzar el fruto de los dioses de una perra San Bernardo, por mucho que lo intentara.

La frustración llevó a Batalla incluso a usar una caja de zapatos para elevar el pubis, pero.... resultó imposible. ¡Su gozo en un pozo! ¡Su pasión inmaterializada! ¡Se acabó lo que se daba! Ella le dio un besito en la frente y trató de consolarle pero, básicamente, Batalla estaba hundido en la miseria moral más absoluta. Cabizbajo retornó a su casa, encendió la tele, y se puso a ver los dibujitos mientras bebía un martini bien fresco.

Mientras, en casa de Pepito llegó el momento culmen de la fiesta. Del techo colgaba una gran piñata. Susana le tapaba los ojos a su hijo con un pañuelo negro, mientras todos los niños esperaban expectantes a que los miles de caramelos salieran dispersos de la piñata tras un golpe crucial de Pepito. Pero el vil niño se guardaba un as en la manga. Previamente, había hecho un pequeño agujero al pañuelo negro, pero no precisamente con la intención de dar un golpe certero a la piñata, sino para buscar a Juanito entre la multitud de niños y dar unos cuantos palazos. Cuando Susana gritó ¡yaaa!, Pepito ya había localizado a Juan a su derecha, y empezó a dar palazos buscando su blanco perfecto. Los niños empezaron a correr despavoridos y Juanito intentaba evitar los golpes de Pepito esquivándolos como podía. Susana, enfurecida con su hijo, no paraba de gritar que dejara de comportarse como un troglodita, y que le diese a la piñata de una puñetera vez, pero no había manera. La manada de niños abrieron la puerta de la casa y salieron de allí entre chillidos y aullidos, y sus madres, al oír semejante follón, salieron también despavoridas de casa de Concha, convirtiéndose aquella situación en un acto propio del hundimiento del Titanic.

Por supuesto, algunas madres aprovecharon el caos para hacerse con algún tupper sin pagarlo, y aquello supuso un enfrentamiento cruel entre Concha y Susana durante un largo tiempo. Pepito fue castigado durante un mes, y en compensación, susana le regaló a Juanito el contenido de la piñata que nunca llegó a estallar. El pequeño Juan comió tantos caramelos esa semana, que cogió una buena empachera, y durante 20 años jamás volvió a comerse un caramelo, ni siquiera un Pictolín.

2 comments:

haujavi said...

Sin pisar la planta de juguetes del corte inglés durante 15 años ni comer caramelos durante 20, la vida de Juanito va apagandose a la más tierna edad...

civairot said...

Hola Haujavi!!

Pues sí, su vida se va apagando ya desde su más tierna infancia.... y es por eso por lo que se acaba convirtiendo en un "hombre penoso".... Aunque bueno, alguna alegría se llevará de vez en cuando.

¡Saludos!