Saturday, July 01, 2006

11. Susana, la Diosa del Primero B.

Momentos tristes en el hogar de Juan Fernández. Su padre murió el día en el que el bebé cumplía un año, y a partir de ahí nada iba a ser igual. Concha quedó viuda en su mediana edad y la muerte de su marido le dejó atónita y pensativa: "¿Tenía Antonio un seguro de vida? Si no, me voy a tener que hartar de vender tupers". Pero ya habría tiempo para pensar en esas cosas. De momento, había que rezar por su alma, y de paso enterrarle.

Concha no quería que su hijo estuviese presente en esos duros momentos. "Vamos- dice Juan- ni que me fuese a acordar de aquello teniendo un año." Pero por si acaso Concha decidió dejarle su hijo a Susana, la joven vecina del 1º B, al menos hasta que Antonio estuviese enterrado. A Susana no le importó hacerse cargo del niño, al fin y al cabo, ella tenía un bebé de 4 meses, así que teniendo un llorón en casa, lo mismo da tener dos. Al mismo tiempo, el favor ayudaría a suavizar ciertas tensiones entre ambas por asuntos pasados.

Era tal la tensión, que Juan jamás había llegado a ver a su famosa vecina, así que fue toda una sorpresa para él cuando Susana fue a recogerlo: "¡Vaya bombón!" Exclamó Juan. El pequeño quedó tan impresionado por la belleza de su cuidadora que durante esos dos días que estuvo con ella ni se percató de la ausencia del chupete en su boca. En esas 48 horas, Susana se convirtió en su fijación. Pero antes de intentar algo con ella, el bebé debía inspeccionar el terreno.

JUAN
Marido no había, ¡bien! Bueno, sí había, pero era marinero de alta mar y llevaba 4 meses fuera. Por lo visto le dieron el permiso justo para ver nacer al niño. Lo vio y en seguida se cogió un taxi para Vigo y otra vez a la mar. Tampoco había perro, lo cual me facilitaba las cosas, ya que soy alérgico a ellos y de haber uno me hubiese pasado el día estornudando mocos. No había suegra, ni abuelo ni gatos, así que el camino estaba despejado. Pero pronto me di cuenta de que sí había algo que obstaculizaba nuestra relación: otro bebé, Pepito.
Su mirada amenazante me observaba a cada momento. Con un pequeño gesto lo decía todo: "Soy Pepito, ¡y tú escoria!" Yo no entendía por qué me veía como un enemigo, al fin y al cabo ella era su madre y mis intenciones hacia ella no eran de hijo a madre, sino de hombre a mujer. Aparte, el hecho de que el novio de su madre hablase en su mismo lenguaje siempre era una ventaja. "Que no, Susi, que no quiere leche, que quiere brandy". Pero Pepito era una persona tan negativa que era incapaz de apreciar esas ventajas, y yo tenía claro que nada ni nadie evitaría nuestra relación.
Susana era una joven maravillosa. En 1974 tendría unos 30 años, no más. Vestía siempre de forma cómoda y juvenil. La sonrisa nunca faltaba en su mirada y su pelo moreno ondulaba por su rostro como olas de mar. Aquel primer día con ella me conquistó definitivamente cuando me cogió en brazos y me miró con sus ojos más tiernos: "Ay, pequeñín, ay pequeñín, ay mi pobrecito", me dijo, y acercó sus labios a mi mejilla y me besó. Yo la miré y pensé: "Eres mía, baby". Y ella me miró y dijo: "Me parece que se ha cagado".
Pepito era un canalla, pero sólo tenía 4 meses, así que aún tomaba leche del pecho, y ese espectáculo no me lo podía perder yo. Susana me sentó en una trona y luego cogió a su bebé. Se sentaron en el sofá de la salita, encendió la tele y después, con toda la sencillez del mundo, se quitó dos botones de la camisa y se sacó un pecho. Pepito me miró de reojo y se lanzó como un vándalo hacia esa obra divina, ante lo cual no pude evitar sentir toda la envidia del mundo. Empecé a agitar los brazos, a moverme de alante a atrás y a abrir los ojos como si quisiera que se salieran de su cavidad. Sin darme cuenta mi boca se abría y se cerraba y algo en mi interior estaba ocurriendo. De repente, mi lengua posó ligeramente entre mis dientes inexistentes y una exalación escapó de mí con tanta fuerza que de mi boca salió una sonora y trepidante palabra: ¡¡TETA!!
Mis primeras palabras de bebé fueron "teta", y ocurrió un día después de haber cumplido un año. No sé si llegué a batir algún record, pero fue tal la impresión que se llevó Susana que del susto fue incapaz de amantar a su hijo durante días, cosa que Pepito me reprochó durante años.

1 comment:

haujavi said...

Si es que repito, los niños son muy listos...